miércoles, 26 de febrero de 2014

EL CUERPO DE LA TIERRA



MIGUEL SERRANO EN EUROPA 

El cuerpo de la tierra
Yo soy el que soy. Soy el corazón de la tierra, Todo el resto es desvarío.
O.V. de L. Milosz




No hemos sido los primeros en observar que su país escatima a Miguel Serrano los honores merecidos. A un escritor editado por prestigiosas casas de Inglaterra o de Estados Unidos; publicado incluso en farsi y en japonés. No hace mucho que otra de sus obras, El Círculo Hermético, ha visto la luz en francés (Georg Ed. Ginebra, 1991). Y es en las páginas de la revista belga Vouloir que el ensayista Bruno Dietsch dedica el siguiente comentario a la obra del escritor chileno. Nemo propheta acceptus est in patria...? (N.d.I.R.)

1. La Araucana
E
S por La Araucana que nuestro camino comienza.

La Araucana es la epopeya de la conquista de esta tierra que se llama Chile (Chili-Mapu, país de la Estrella de la Mañana), escrita por un conquistador-poeta, Alonso de Ercilla. Se encontraba inédita en lengua francesa desde hacia más de un siglo. Hela aquí editada por fin, por las ediciones Utz, la vieja traducción de 1869. Pero hay que señalar que esta edición es parcial: cosa que no se menciona ni en la tapa ni en la portada, y sólo fugazmente en el prefacio, no se trata más que de los quince primeros cantos. Segundo punto negro: este prefacio, precisamente; brillante y hueca disertación intelecto-parisién bienpensante, verdadero escupitajo en el rostro de ese hombre de armas y de pluma que fue Ercilla. No obstante, hemos escogido señalaros esta publicación, poniendo uno junto al otro los nombres de Ercilla y de Miguel Serrano. Porque Miguel Serrano, además del hecho de ser su mayor comentarista y un inmenso escritor, tene un punto en común con Ercilla: en el sentido de que su obra está indisolublemente ligada a la patria carnal, de la que Ercilla describe ciertos paisajes y el acto fundador, una guerra de conquista en la que las dos partes enfrentadas dieron prueba de un heroísmo extremo. No se busque en Ercilla ningún lirismo sentimental; en aquellos tiempos, la hinchazón de la literatura novelesca y sentimental no había tenido aún lugar. La sobriedad es aquí de rigor y no vamos a recargar con una exégesis ese texto que todos pueden leer, y que por ende no es necesario describir e intentar evocar; ejercicio que realizaremos para otro texto totalmente desconocido en el área francófona y de difícil acceso, la Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior. Nada más, por tanto, que la embriaguez del combate y el estruendo de las armas; una raza guerrera se enfrenta a otra raza guerrera, y de su sangre derramada se abreva el cuerpo de la Tierra; como, más tarde, en tiempos harto más sombríos, se nutrirá de la sangre de una juventud portadora de una esperanza de renovación de la raza, asesinada –en el Seguro Obrero- por un gobierno “democrático” y las instancias ocultas detrás de éste.

2. La Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior

Nuestro camino nos conduce enseguida al encuentro de la Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior de Miguel Serrano, totalmente inédita en francés, pero que –esperamos- no lo permanecerá siempre. Ni por Mar ni por Tierra, primera parte de la Trilogía, y cuyo título alude a un verso de Píndaro (“Ni por Mar ni por tierra llegarás ni país de los Hiperbóreos”) cuenta una peregrinación sobre el cuerpo de la tierra que es Chile (Chili-Mapu, “el país de la Estrella de la Mañana”, como dice Miguel Serrano en El Ultimo Avatara), Esta peregrinación está precedida por un preludio misterioso que expone las “razones del alma” que han llevado al autor a emprender un viaje a la Antártida en 1947 a bordo de la fragata Covadonga de la marina chilena y las “razones de la tierra”. “Historia de la búsqueda en una generación”, una generación perdida, la del autor, una generación predestinada, marcada, sacrificada; destino sacrificial del que la matanza del Seguro Obrero fue como la corona sangrienta. Pero, sobre la piedra de tu cuerpo desgarrado yo edificaré el Templo del Sol, habría podido decir Miguel Serrano. En fin, la peregrinación se detiene provisionalmente en los altos helechos de la isla de Chiloé.
El segundo paso de la Trilogia es el relato Quién llama en los Hielos, relato de un viaje exterior-interior a la Antártida, Relato puesto bajo el signo de lo no-dicho. De partida lo no-dicho esencial: la última palabra es siempre indecible. Pero también lo no-dicho debido a la circunstancia, a la coyuntura. Miguel Serrano no dice a Quién ha ido a buscar a la Antártida, a Quién ha encontrado. Lo ha revelado más tarde. Pero en la hora, el sol está velado; como la luz del Paraiso nos llega a través del tamiz de las sombras del Purgatorio y del Infierno, y más nos hiere su belleza.
Por fin, La Serpiente del Paraiso: el itinerario desemboca en la India y también en un lugar sin lugar, interior-exterior, un topos atopos, “el Vacio”, “en medio de (…las) cumbres, (allí donde permanece) el (...)Desposado, que es (...) el Hermano del Silencio”.

3. La misteriosa expectativa de
las potencialidades

            La composición extraña de Ni
por mar ni por tierra –que hemos detallado más arriba- nos parece ocultar ya en ella misma una enseñanza profunda. Alguna vez, para vencer la desesperación de una generación, hay que sumergirse en el paisaje de la patria, a riesgo de perderse allí. No negar más esta naturaleza tan aplastante, de los Andes y del Gran Sur, en este caso. No más desarrollarse al lado, haciendo como si ella no existiera; no más referirse a modelos de Vida y de pensamiento nacidos con el correr de los siglos bajo otros cielos: porque América del Sur no es Europa. Para disipar la Gran Sombra, dejarse impregnar por ella. Sin lo cual no se puede redimir la faz sombría del paisaje, que se insinúa en las profundidades del alma humana. ¿Ambición desmedida o verdadero realismo mágico? Se lee en el capitulo “La Provincia”, in fine:
“Viejos textos y levendas afirman que las catástrofes vienen sincronizada, con el alma de los hombres. La tierra se modífica bajo el influjo de la mente humana en su acontecer profundo. El hombre desconoce el poder que tiene sobre la naturaleza y sus fenómenos. Si los hombres cambiaran, la Tierra también lo haría.
La asunción –en todos los sentidos imaginables del término, incluyendo el hecho de asumir- de la sombra que frecuenta esos parajes del Sur del Mundo, es el más justo precio de la purificación del alma de los hombres. El Sur  Extremo, el Polo Sur, es el sexo de la tierra, según la ciencia secreta de la geomorfología. “Satán, sexo de la tierra, es la Naturaleza que multiplica y crea (...). Es la suma de nuesras sombras. Algo así como el archivo de los pesares y la noche de la Humanidad” (capítulo “El Maestro me habla del Polo Sur” ). Esta correspondencia secreta de la sombra de la Naturaleza y de la sombra del hombre hace del viaje un viaje tanto exterior como interior (iniciación en Shambala, iniciación en Agarthi). En una misma búsqueda: redimir el paisaje por la
mirada, y por ello, eternizarse uno mismo, conquistar la inmortalidad.
Y el paisaje, parece, no espera otra cosa que esta redención por la mirada. Como la flor de los hielos reclama el aparato fotográfico para ser revelada (ver Quien llama en los Hielos), una “flor que no existe, pero más real que todas las flores de los jardines de la tierra” espera nuestra mirada para nacer en el corazón del paisaje. Es la misteriosa expectativa de las potencialidades, son las envolturas de los posibles que esperan nuestra fe, nuestra mirada interior, nuestro espíritu creador.
Y la apuesta es inmensa. Porque la interdependencia no es solamente aquélla entre el hombre y la naturaleza, es también la de los hombres entre ellos. En Quién llama en los Hielos, el Maestro, aparecido en astral, declara: “…No olvides, la prueba que se aveciina es dura y si fracasas, dañarás a muchos; porque la vida de los hombres está misteriosamente unida y la aventura de uno alcanza a todos, Existen hilos invisibles que entrelazan la humanidad”.
Es la “interdependencia universal”, como dice Raymond Abellio, la verdadera “comunión de los santos”.
De esta asunción de la sombra sacan su forma particular de lo sublime las tres partes de la Trilogía. Es lo sublime según Schopenhauer, lo sublime de Rilke. El horror se mexcla inextricablemente a la belleza, la sombra a la luz, y es ésta la que domina. Como escribía Hermann Hesse a propósito del genial Hans Carossa: “Estas imágenes no son siempre bellas ni agradables, pero son siempre verdaderas y vienen de la profundidad donde el espanto no se distingue ya del arrebato”. Conviene aquí citar in extenso un pasaje de La Serpiente del Paraíso [que se acaba de reeditar, NdlR.], en el capitulo “La vieja Delhi”, in fine: “Un día vi venir a un hombre tirando de un pequeño carro de madera, un cajón con ruedas Adentro traía una cosa pequeña, un cuerpo sin piernas sólo un busto desnudo, con muñones en lugar de brazos Era una mujer. Sus pechos estaban comidos por la lepra y también parte de su rostro. El cabello le caía en crenchas negras. Su color era negro azulado, el color de la lepra. Pero tenía unos ojos profundos y, al pasar junto a mí, no me pidió nada. Sólo me sonrió, de una manera tan tremenda, tan primordialmente femenina, que confieso que llegué a sentir atracción por esa cosa, por esa mujer-cosa. La esencia de lo femenino estaba aún ahí, intocada, no alcanzada por el mal(...)”.

4. Monismo y dualismo

            La necesaria transmutación simultánea del hombre y del paisaje no es concebible fuera de una Weltanschauung dualista; porque si hay una sombra que nos es preciso redimir, es que hay alguna cosa que ha venido a interponerse entre la Luz y nosotros. La noción de dualismo se presta a todas las confusiones; algunos guenonistas (o guenolatras) han querido hacer de ella el sinónimo de cartesianismo. Se trata aquí, seguro, de una cosa muy diferente, que no tiene nada que ver con la lógica bivalente, sino con la gnosis.
Podemos intentar destacar las huellas de dualismo en las diferentes tradiciones. La Serpiente del Paraíso nos muestra que la tendencia al monismo (en sánscrito ekavada o ekalatvada) es extraña a la tradición mas antigua de la India, la pre-aría de los Siddhas, todavía viva en el tantrismo, que no apunta a la fusión/disolución del Atman en el Brahman (samadhi), sino a un estado aún más profundo, en-stático, para retomar la terminología de Eliade y de Abellio, de asunción, de “eternización” del yo separado por el juego divino del Amor mágico: EL y ELLA unidos y separados para siempre. Toda la obra de Miguel Serrano se refiere a esta doctrina, que en él se inscribe en el cuadro de una cosmogonía igualmente dualista (pero de un dualismo templado, puesto que el dualismo absoluto es metafísicamente insostenible), que no se podría desarrollar aquí. Señalemos que este dualismo metafísico y cosmogónico desemboca en vías que no son precisamente dualistas, ya que se trata de la redención de la parte sombría del Cosmos y, simultaneamente, del alma humana; de la reintegración unífica y salvífica, de las nupcias mágicas de EL y de ELLA, de la recuperación de una totalidad perdida.
Si esta doctrina se evoca aquí en un cuadro hindú, no es propia únicamente de la India, sino que ha conocido resurgencias periódicas en Occidente hasta una fecha reciente. Monista –especialmente en lo que concierne a su cosmogonía- es el judeo-cristianismo, pero en el área cristiana han podido nacer concepciones dualistas: las “herejías” arriana, marcionita, maniquea, cátara, son dualistas en grado variable. El cristianismo esotérico,de Kristos es dualista (ver La Resurrección del Héroe). Monista es el Islam sunnita, dualista el Islam shíita, particulannente el ismaelismo, como las religiones de la antigua Persia. En el siglo Veinte, Guénones monista; Corbin (y el novelista Henri Bosco) están impregnados de dualismo. Miguel Serrano ha dado la expresión tal vez más acabada de un esoterismo dualista. En La Serpiente del Paraíso va incluso hasta entregarnos una concepción cíclológica marcada de dualismo y expresada en términos cristianos (capítulo “Cuando el Pez entre en acuario”): a la era del descenso cristico sucede la de la asunción del Todo en la Paloma paraclética. Siempre ese canicter unificante de la gnosis, en tanto que el judeo-cristianismo, esencialmente monista, es dualista en acto, sea que conduzca al rechazo del mundo, de la vida terrena, sea que desemboque en su asimilación a la vida divina y finalmente, por un monismo invertido, pervertido, en el rechazo de toda trascendencia (del protestantismo al modernismo); y la noción de “pecado original”, que hubiese podido permitir preservar un cierto dualismo metafísico, degenera en moralismo yen lucha de clases (en El Cordón Dorado Miguel Serrano nos entrega el verdadero significado del “pecado original”).

5. Las palabras y el silencio

Seguro, todas estas explicaciones no están hechas sino de palabras. Y como dice el Hermano del Silencio en La Serpiente del Paraíso: “Los hombres hablan y hablan, cuando la verdad se encuentra en el silencio”. Pero tal vez las palabras son nuestro último recurso, y la escritura y el sacerdocio (sacrifical) propios a los fines de ciclo (en plural: porque “todo se repite; lo que fue una vez, será de nuevo”; ver Quién llama en los Hielos). Una antigua sabiduría hoy periclitada permitía a algunos elevarse por encima de la vida terrestre del animal-hombre, alcanzar un estado superior, conquistar la sede bienaventurada de los Inmortales; hoy (¿ni siquiera ayer?), el hombre no puede recibir más que una experiencia fugaz de ello, por medio de esos substitutos que son la guerra, la religión, el amor; en último lugar, el arte. La escritura es un substituto y un sacrificio: “Toda realización artística se cumplía a costa de las posibilidades efectivas de una realización personal o divina. Por esto, tal vez, la escritura es contraria a Dios; porque impide que Dios nazca dentro de uno”, declara Miguel Serrano al médico en Quién llama en los Hielos. Y, en el capítulo “Ultima esperanza”: “Si yo cumpliera el pacto con ni alma y arrojara este libro al mar, recogiéndome silencioso y frío dentro del corazón, tal vez recuperara mi esencia y encontrara el Oasis. Pero no sé qué fuerza, qué tentación diabólica de sacrificio personal me empujan, qué deseo de proyectarme en espectáculo. Y también, qué esperanzas de transmitir un mensaje para que otros lo recojan y busquen el camino, cuando yo no exista ya…” Tal vez estas últimas líneas nos entregan el secreto: el rito sacrifical de la escritura participa de la realización descendente, de la obra al rojo, rubedo. Lo confirman además estas líneas de La Serpiente del Paraíso, capítulo “Las bodas”: “Según el budismo mahayánico, tántrico, este Vacío (del Nirvana) es compasión; por esto el Bodhisatva Avalokitesvara entra al Nirvana sólo por un extremo de la cuerda, quedando siempre atado al mundo por el otro”.
Un pálido reflejo de esta doctrina se encuentra en el puritano Nathaniel Hawthorne, en su novela The Scarlet Letter: la experiencia del pecado es necesaria al cristiano. Y nosotros encontramos de nuevo la idea de que es necesario asumir la sombra de la humanidad, la propia como la de los otros, para transmutarla. Siempre vuelven los mismos temas, porque en la obra de Serrano, que se opone a la concepción linear judeo-cristiana del tiempo y del mundo, cada parte se refiere al todo.
En La Serpiente del Paraíso (en el capítulo “En el valle de los Dioses”), Miguel Serrano escribe: “Quise ser sólo un hombre y nada más, comprender primero mi pequeñez, mis límites, cruzar a través de mi propia sombra, vivir todo lo que hay en mí”. Hay un eco de esta misma idea en La liturgia católica y su metafísica de la eterna ostensión (de las Llagas de Cristo). Pero en Miguel Serrano se trata del Cristo de la Atlántida: “Los extremos deberán ser unidos, hay que vivirlo todo, rendirse a todos los cultos...”
Hemos intentado dar una idea de la grandeza de una obra desconocida en el área francófona. Por esto, se nos perdonará haber abusado de las citas. Señalemos para concluir que el desconocimiento de la obra de Serrano, en tanto que un Borges es elevado hasta las nubes, así como el olvido de la epopeya de Alonso de Ercilla, nos parece un síntoma agudo del debilitamiento profundo de las naciones de Europa.
BRUNO DIETSCH
PARIS


(De Vouloir N° 3, enero-febrero 1995) Las citas de la Trilogía de la Búsqueda en el Mundo Exterior corresponden a la edición de 1974 (Ed Nascimiento Santiago). Una traducción más literal del verso de Píndaro (Pítica X. 29-30) reza así: ‘Ni navegando en naves ni yendo a pie encontrarías el camino maravilloso hacia los juegos de los Hiperbóreos”. NdlR.

Publicado en Ciudad de los Césares N° 39, Mayo/Junio/Julio de 1995.




No hay comentarios: